Analizando el artículo de Nieves, Otero y Molerio, visualizamos una realidad profesional y educativa sumamente cambiante, creciente y evolucionada.
Se nos presenta en éste caso, un recuento de factores, acciones y cambios implícitos en el proceso de transformación de la educación a nivel superior, donde se nos hace ver, la relevancia que para las partes involucradas representa el conocer y planificar los cambios que se están dando y los que se avecinan.
Es importante señalar en éste caso, que la educación superior se ha visto limitada hasta hace unos años, por esquemas tradicionales y metodologías educativas, que se han implementado casi religiosamente. Debido a esto, surge ahora la noción de que ésta debe ir más allá de simplemente transmitir conocimientos. Implica además la formación de valores y la ética profesional, implica el formar profesionales íntegros, cuyas cualidades y habilidades estén desarrolladas para responder a las exigencias de un mundo competitivo y globalizado.
De acuerdo con Nieves, Otero y Molerio, las exigencias para el Docente como para el Alumno se han modificado grandemente. Se ha empezado a dejar de lado la improvisación, la falta de planificación y se inicia un proceso de “innovación tecnológica” de la mano de la investigación.
Como parte de éste proceso que se menciona, se hace necesaria la constante autoevaluación y el enfoque al mejoramiento continuo, de parte de las instituciones de educación superior en primera instancia, y a la vez una concientización de parte de los docentes y los dicentes.
Según lo que indica el texto, existen cinco competencias que todo profesional debería lograr desarrollar durante el proceso de su formación:
· Capacidad de autogestión del aprendizaje.
· Capacidad de discernir de forma crítica y ética sobre las problemáticas a las que se enfrenta en sus actuaciones.
· Capacidad de generar proyectos de trabajo.
· Capacidad de relacionarse adecuadamente con otras personas.
· Capacidad de comunicarse, en el ámbito de la ciencia y de la profesión, con el uso de herramientas y signos tradicionales y contemporáneos.
Considero que para lograr el desarrollo de éste tipo de atributos, es necesaria antes una transformación que va desde las prácticas educativas, los mecanismos de evaluación y el enfoque de desarrollo hasta la intencionalidad de los programas pedagógicos.
Estos cambios representan adicionalmente modificaciones al papel que desempeñan los participantes en su roles como educadores o alumnos.
A nivel de docente, de acuerdo con el texto, debemos concebir el proceso y todo lo que implica el mismo teniendo claro que el centro es el alumno, como sujeto educativo. Donde impulsemos el autoperfeccionamiento y el crecimiento efectivo de los futuros profesionales.
Personalmente pienso que es fundamental el trabajar en una culturalización que permita minimizar la resistencia al cambio y que nosotros como educadores tomemos la posición que nos corresponde. Tenemos que servir como facilitadores que propicien un ambiente constructivo, donde el intercambio de experiencias y el auto conocimiento se hagan presentes. Adicionalmente, tal y como correctamente mencionan las autoras en el artículo, para lograr estos cambios, se deben sentar las bases que permitan superar tres barreras principales:
· La cultura pedagógica curricular y didáctica.
· La tradición pedagógica universitaria.
· Las estructuras institucionales y organizacionales de las universidades.
A través de la comprensión y la correcta aplicación de la visión del nuevo concepto educativo y de formación profesional, lograremos reflejar los esfuerzos realizados en la calidad de la enseñanza y por ende en la integridad del aprendizaje.